viernes, 15 de agosto de 2008

COMO NACE LA LITERATURA


La materia de las primeras manifestaciones comunicativas es el mundo exterior, lo que rodea al ser humano y determina sus necesidades básicas: la Naturaleza, la propia subsistencia y su relación con los demás (individuos y grupos). Estas necesidades se manifiestan, por ejemplo, en la lucha por sobrevivir, la expectación ante los fenómenos naturales, la petición de ayuda a la fuerza superiores y un continuo aprendizaje por medio de la experiencia.
También como una actividad propia de su condición, el hombre registra los sucesos que le afectan y en los que participa. Una vez que lo hace, pone atención a sus emociones: mira dentro de sí mismo para reconocer su universo interno o subjetivo. En ambos casos, la palabra -oral o escrita- es el instrumento que da forma a las ideas y sirve tanto para expresar sentimientos y estados de ánimo como para hablar de la realidad o crear realidades nuevas que también aspiran a ser comunicadas. Ésta es la razón por la que en el discurso literario, aun en sus manifestaciones primitivas, tienen aplicación todas las funciones de la lengua, que nos permite describir, imaginar, recordar, comprender, participar, emocionarnos y apreciar los universos creados por el autor.
Habiéndolos formado con su imaginación y sus emociones, el creador gobierna sobre mundos nuevos, que no tienen la obligación de responder a las leyes de la Naturaleza, aunque pretendan reflejarla. Y si el resultado de ese proceso creativo es un todo capaz de interesar, emocionar, conmover, deleitar con sus ideas y con las palabras que lo configuran, entonces entramos en el territorio de la literatura.
Uno de los rasgos más distintivos de la literatura es el uso del lenguaje. Así como los pintores se valen del color para crear sus obras, los escultores manejan volúmenes y texturas especiales para dar forma a las suyas y los músicos hacen lo propio con sonidos y silencios armónicamente combinados, los escritores disponen de la palabra como instrumento de comunicación y de creación estética. No obstante que los vocablos utilizados por ellos son los que utilizamos para comunicarnos quienes hablamos la misma lengua, en el texto literario adquieren significados distintos, matices nuevos y a veces sentidos insólitos y sorprendentes. Estos significados no los podemos encontrar en un diccionario, son dados de manera arbitraria por el autor, que generalmente piensa en el objeto que quiere describir o en la emoción que desea comunicar y, en vez de expresarlo como la haría cualquier persona, elige palabras que identifican de modo especial y único el objeto, o realiza comparaciones subjetivas entre éste algo más, lo que tal vez no se le hubieran ocurrido a nadie, pero que resulta novedoso y bello.

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